23 de octubre de 2012

Ya basta.


Cuando notó que ya no podía más, hundió su cabeza bajo un puñado de arena y allí pasó las horas más largas que podía recordar. Lo había dado todo sin recibir nada agradable a cambio. Su cuerpo estaba roto por dentro, mientras por fuera parecía cantar las más bellas notas musicales. Tanto tiempo escondida en aquella arena le había desposeído de cualquier mínima ilusión. Su vida, quebrada, seguía ahora por nuevos caminos sin un final determinado. Deambulaba por la nada, entre náuseas y ganas de llorar en lágrimas lo que no podía expresar de otra manera. Había tocado fondo, y sus fuerzas flaqueaban para volverse a levantar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

...