Se ha
consumido el espacio imprescindible para crear nuevas ilusiones. Sabíamos que
no estaban hechas para vivir entre muros, encerradas una vida entera gritando
al aire. Por eso desaparecieron.
Ya no
quedan sueños en las noches de este otoño; el miedo a despertar y descubrir que
no queda nada de ellos paraliza cualquier mínima intención. A veces pienso que
por miedo empiezo a enloquecer, pero de golpe me sorprendo viendo que lo que
realmente está loco es el mundo en el que vivimos. Él supera con creces todo
tipo de demencia, llegando a rozar los límites de un sinsentido como nunca pude
imaginarme.
Para
nosotros ya no quedan sonrisas suficientes. Todo resulta alarmante, y hasta el
sonido de un teléfono nos hace saltar de nuestro asiento. Vivir con miedo,
latir con miedo, querer con miedo. Con miedo al fin, a una página negra en este
libro grisáceo. Pero el miedo paraliza, se apodera de ti, de mí, y de todos
nosotros. Por miedo dejamos de apretar los dientes y seguir, dejamos de creer
en nada, dejamos de existir.
Mientras
tanto, ella llora. A su manera, pequeñas gotas saladas resbalan por sus mejillas.
El daño es irreparable, y hasta ella sabe que no hay vuelta atrás. Ahora
el sol brilla sin fuerza, sin el calor de hace tan sólo unos meses. Nadie
quiere luchar en batallas perdidas, y hoy ya no quiere que nadie la moleste.
Perdida en ninguna parte sigue pidiendo ayuda a gritos, sin poder alzar la voz,
sin ni tan siquiera ser capaz de hacer que alguien la entienda.
La
única certeza es que el tiempo pasa, y que corre en nuestra contra minuto tras
minuto. Parece que ya no hay remedio, que la vida sigue fuera de esa habitación
y que a nadie le interesa lo que hay dentro. Necesitamos perderte para entender
que te tuvimos, que siempre estabas ahí, y que no merecías nada de esto. Por
desgracia, los días siguen avanzando sin esperar por nosotros, y es necesario
armarse de valor para seguir el ritmo que nos marcan.
MUY BONITO PERO MUY TRISTE Y MAS AUN SABIENDO QUE ES LA CRUDA REALIDAD
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